Está todo verde.
El cuadro tiene luz
y llevas unos guantes a rallas lilas y negros
que dejan entrever las yemas de tus dedos.
Fumas.
Gritas dentro de un envase de plástico
y todo el grito te rebota en la cara.
Te cortas las manos para que no se escape
y lo puedas mandar de vuelta a donde se merece estar.
La herida se hace espesa
y las palabras atolondradas resbalan muñeca abajo,
haciendo que una vez más
te retires con la cabeza bajo el ala.
Te lo tragas una y otra vez,
la culpa te convence de que tienes la culpa, y así.
Hasta que un día
decides matarlos a todos.
Y ser libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Dime :)